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La cortesía es una forma visible de inteligencia

Introducción:

Vivimos tiempos en los que lo brusco se confunde con sinceridad, la urgencia se impone al cuidado, y lo correcto parece anticuado. En ese contexto, la cortesía se presenta —para algunas personas— como algo superfluo, innecesario, incluso hipócrita. Sin embargo, quien conoce el valor de las formas, sabe que la cortesía no es un lujo, sino es una herramienta de alta precisión para la convivencia y el respeto mutuo. Es, en realidad, una forma visible de inteligencia.

Y no una inteligencia cualquiera, sino una inteligencia compleja, emocional, ética y contextual. Porque no se trata de saber qué decir, sino de saber cómo, cuándo, a quién, y con qué intención.

¿La cortesía, qué es?

La cortesía es una norma social, también un formalismo aprendido. Pero, por encima de todo, la cortesía es la forma más alta de relación pacífica y satisfactoria entre las persoas, pues es una manifestación deliberada de respeto, una forma estructurada de comunicar: “te he tenido en cuenta”. Implica conciencia de la otra persona y de las consecuencias de los gestos.

En este sentido, la cortesía no es pasiva, sino una acción simbólica. Saludar, ceder el turno, escuchar con atención, agradecer con intención, evitar interrupciones, dejar espacio: son pequeños gestos que sostienen estructuras de respeto, confianza y humanidad.

La lectura inteligente del entorno

Ser cortés no es repetir fórmulas vacías. Es saber leer la temperatura emocional de una sala, y por tanto ser capaz de adaptar el discurso al entorno. Es tener la habilidad de anticiparse a una incomodidad o de atenuar una tensión sin imponerse. Es gestionar las emociones propias y las ajenas con elegancia y eficacia.

La cortesía exige sensibilidad situacional. Saber cuándo callar es tan importante como saber qué decir. La persona cortés no se pone en el centro, pero sostiene el equilibrio. Sabe retirarse sin herir, intervenir sin dominar, acoger sin invadir.

La cortesía institucional

En el ámbito institucional, cada gesto es una declaración. El lugar donde se ubica una autoridad, el orden en el que se cede la palabra, la manera en que se da la bienvenida, todo comunica intenciones, jerarquías, prioridades.

Una institución que relaciona bajo el principio de la cortesía se muestra consciente de su responsabilidad, por eso no improvisa el cuidado ni las atenciones y, diseña cada acto para asegurar que quien asiste, representa o escucha sienta que recibe un tratamiento correcto.

La cadena de confianza institucional comienza empieza con la cortesía.

La cortesía empresarial

Las empresas que integran la cortesía como valor transversal tienen equipos más cohesionados, menos conflictos latentes y mayor capacidad de comunicar sus valores al exterior. Porque la cortesía interna se refleja externamente como reputación.

No es coincidencia: cuando se cuidan las formas, se fortalece el fondo. Y viceversa. La cortesía sostenida en el tiempo genera ambientes que se perciben socialmente como seguros, donde las personas se sienten vistas y valoradas.

Cortesía es responsabilidad consciente

Ser cortés no es no equivocarse. Es reparar cuando uno yerra. Es pedir disculpas a tiempo. Es evitar que el descuido se convierta en ofensa.

La cortesía verdadera está en una mirada que acoge, en una silla que se reserva, en una llamada que se hace sin obligación. Es la ética que se ve. El respeto que se anticipa.

Aplicaciones prácticas para la vida profesional

  • En un acto público, asegúrate de que ninguna persona quede desubicada.
  • En las comunicaciones digitales, evita fórmulas que suenen frías o imprecisas.
  • En una negociación, cede la palabra antes de imponer el argumento.
  • Y en la vida cotidiana, no olvides que la cortesía es sembrar relaciones.

Conclusión:

En una época que premia lo rápido, lo ruidoso y lo superficial, apostar por la cortesía es un acto casi revolucionario. No porque la cortesía sea ruptura, sino porque es memoria, cuidado y visión a largo plazo.

La cortesía es una forma visible de inteligencia. Y como toda inteligencia, no es automática: se elige, se cultiva y se transmite.

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