Lunes de Pascua, tras Domingo de Gloria por la Pascua de Resurrección en Año Santo, Año Jubilar en el Vaticano
El pontífice murió el lunes de Pascua, tras dar su última bendición Urbi et Orbi y mantener una reunión diplomática con J.D. Vance, representante de la nueva administración estadounidense. Una despedida cargada de significado espiritual y geopolítico.
Su santidad, el papa Francisco, cerró sus ojos tras la luz pascual. Ahora comienzan las claves de Protocolo Religioso y simbolismo en la transición papal.
El alba del lunes de Pascua, aún impregnada por la solemnidad de la Resurrección, trajo consigo una noticia que paralizó al mundo: el papa Francisco ha fallecido, apenas unas horas después de culminar la celebración más significativa del calendario litúrgico cristiano. La muerte de un papa tras el Domingo de Gloria, cuando el cristianismo celebra la Pascua de Resurrección, se reviste de una simbología impactante, que remite al final de una misión cumplida y al inicio de una nueva espera sagrada.
Con su partida, se activa de forma inmediata el Protocolo del Vaticano conocido como la “Sede Vacante”, una expresión que en latín significa “silla vacía” y que alude a la ausencia del Obispo de Roma. Comienza así uno de los procesos más rigurosos, solemnes y cargados de simbolismo del ceremonial religioso: el tiempo de espera hasta la elección del nuevo sucesor de Pedro.
Protocolo de la muerte de un Papa: ritos, símbolos y tiempo sagrado
El camarlengo de la Santa Iglesia Romana, actualmente el cardenal Kevin Farrell, es quien asume la coordinación del Vaticano durante este periodo de interregno. Él es el responsable de pronunciar las palabras rituales: «Sancte Pater, dormisne?» («¿Santo Padre, duermes?»), hasta el momento de recibir el silencio como respuesta definitiva.
Desde ese momento, se cierran las puertas del apartamento papal y se inicia el ritual de sellado. Las llaves del Palacio Apostólico quedan bajo custodia, y se suspende automáticamente la actividad de los altos cargos curiales, quedando el Vaticano en manos de un gobierno provisional hasta la celebración del cónclave.
El cardenal Farrell ha sido el encargado de anunciar la muerte del papa Francisco. «Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar la muerte de nuestro Santo padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el obispo de Roma, Francisco, ha regresado a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados. Con inmensa gratitud por su ejemplo de verdadero discípulo del Señor Jesús, encomendamos el alma del papa Francisco al infinito amor misericordioso de la Santísima trinidad».
Bandera a media asta
Las campanas de Santiago de Compostela y el Vaticano ya han anunciado
el fallecimiento del papa Francisco.
Durante este tiempo la bandera del Vaticano ondea a media asta y todas las ceremonias se tiñen de sobriedad, recogimiento y oración.
España se une a las condolencias, declarando luto nacional durante los próximos tres días, alegando su trabajo por la Paz y las personas más desfavorecidas. De esta forma, la bandera de España acompañará al luto del Estado del Vaticano.
El velatorio y el funeral: Protocolo de Estado y ceremonia de Fe
El cuerpo del papa Francisco será expuesto para la veneración de los fieles, en un velatorio público cargado de respeto, silencio y recogimiento. Tres días durará esta exposición, en los que miles de personas acudirán a rendir homenaje.
El funeral será celebrado por el Decano del Colegio Cardenalicio. Se trata de un acto litúrgico solemne, donde confluyen el ceremonial eclesiástico, el Protocolo de Estado y la tradición milenaria de la Iglesia.
El cónclave: espera, oración y discernimiento
Una vez transcurrido el funeral y cumplidos los ritos de inhumación en las grutas vaticanas, los cardenales de todo el mundo serán convocados a Roma para participar en el cónclave. La Capilla Sixtina será nuevamente sellada, y los electores, aislados del mundo exterior, iniciarán las votaciones hasta alcanzar la mayoría requerida.
La humanidad entera, creyente o no, mirará al humo blanco como signo de que una nueva etapa ha comenzado.
La imagen final
La escena es profundamente simbólica. El Domingo de Gloria, Francisco, como cabeza de la Iglesia Católica, salió por última vez al balcón central de la Basílica de San Pedro. Su rostro, marcado por el dolor físico y una energía serena, pronunció con voz firme un llamado universal: “Cese todo conflicto. Callen las armas. Que resucite la esperanza”. Bendijo a la humanidad desde la Plaza de San Pedro, en la conmemoración de la Resurrección de Cristo.
Horas después, ya en el Palacio Apostólico, el Papa, como jefe de Estado, recibió a J.D. Vance, representante clave de la nueva administración de Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump, en un contexto internacional cada vez más tenso.
Sin duda, un último acto de servicio, profundamente exigente física y emocionalmente.
Ahora, el tiempo de silencio de la Semana Santa, se alarga en el Vaticano y el mundo observa.