Autora: Margarita Murillo García

Intensificación de la actividad fuera del despacho
Estos últimos meses, especialmente las últimas semanas han sido de mucho trabajo, con un importante aumento de los desplazamientos en relación a los últimos años totalmente condicionados por la COVID-19. En este escenario, en alguno de mis desplazamientos en tren, he tenido tiempo para reflexionar en cómo es el comportamiento de las personas que asisten a escuchar a alguien hablar de un tema.
Son tantas las anécdotas vividas, desde una pareja joven besándose y viviendo su amor en primera fila, en una de mis primeras exposiciones públicas ante un auditorio, hasta la semana pasada, una adolescente que, en acto de rebeldía por tener que estar presente, cerró sus ojos y fingía dormir mientras yo hablaba, pero abría los ojos para comprobar si conseguía llamar mi atención.
Audiencia: perfiles
Reconozco que me gusta mucho el concepto foro,como ese espacio en el que un grupo de personas se reúnen a hablar con libertad de los temas que se plantean, de asuntos que les importan o noticias de actualidad, por eso siempre que me dirijo a algún público pido POR FAVOR participación y, en función de las personas que asisten todo se va modificando y adaptando.
Pero, algo que me maravilla, desde la primera vez que me enfrenté a un grupo de personas que me iba a escuchar (digo enfrentar porque es un grupo y, en frente, una persona que habla, a la que a veces se escucha, pero no siempre).
Pues bien, en ese contexto he podido observar patrones que siempre se repiten. Por un lado está la persona que necesita hacerse notar, a través de sus gestos o comentarios, porque sabe mucho más de la persona a la que va «escuchar» a la que le, además, le critica que sus contenidos son repetitivos y distribuye la idea que la persona que habla «no tiene ni idea de lo que dice». Curiosamente, esta persona se alía, a través de ondas mágicas, con la persona que siempre espera más y siente decepción profunda por haber asistido. Por otro lado está la persona entregada, que se fascina con cada palabra que pronuncias y con reacciones exageradas de aprobación que semejan falsas y vacías, por tanto no se sabe si te está escuchando o está poseída.
…Y luego hay quien me dice que hablar de respeto no es necesario.
Audiencias educadas
Por último, están las personas MARAVILLOSAS que van a escuchar activamente y que te lo demuestran, a veces durante la intervención, a veces al final, acercándose a plantear dudas, intercambiar puntos de vista con los que no están de acuerdo y a darte las gracias, a comentarte lo que se han llevado como aprendizaje y muchas veces comentando sus propias experiencias.
Tengo muy claras dos cosas, una es que los conocimientos son los que son, por eso los contenidos sobre una determinada temática se repiten, además yo me pregunto, ¿es posible y bueno que el conocimiento sea siempre y constantemente nuevo?. Y dos, hablar en público no lleva aparejada la obligación de sacar conejos de chisteras ni lanzar fuegos artificiales mientras se habla para entretener al público. Hablar en público necesita una preparación del contenido que se va a compartir y técnicas para hacer más amena la transmisión de conocimiento, pero la base es esa, TRANSMITIR CONOCIMIENTO.

Mi conclusión, la preparación de una presentación, formación o ponencia es fundamental por parte de quien habla a un grupo, pero no es menos importante que las audiencias sean educadas.